
Frente al habitual discurso victimista de los sindicatos está el callado lamento del pequeño empresario que, en muchos casos, ve imposible obtener una productividad suficiente de los salarios que está pagando.
No, no es cierto – por mucho que le cuenten - que el empleado siempre sea la parte más débil de la relación. En muchas Pymes sus propietarios obtienen una remuneración inferior a la de alguno de sus trabajadores y – si no se es perezoso - está al alcance de todos la prueba si tememos en cuenta las horas que dedica el jefe (muy superiores a las 40 semanales) y la rentabilidad mínima necesaria del capital invertido (por lo menos como alternativa a si lo hubiese invertido en un depósito de internet). Después de los cálculos anteriores - soy consciente de que pueden dar un poco de pereza – si el lector es empresario se dará cuenta de que gana menos que alguno de sus empleados o si el lector es empleado… que gana mas que su jefe.
Los empresarios que están perdiendo dinero, o tienen dificultades para llegar a fin de mes, también merecerían ser recordados.
El trabajador - casi por definición - siempre se siente explotado y remunerado muy por debajo de su valía y/o aportación a la empresa. En empresario sólo ve que al salario de su trabajador le tiene que añadir casi un ochenta por ciento todos los meses para determinar el coste que finalmente le cuesta. Me temo, si he de ser sincero, que le tenemos que dar la razón a los dos ya que estamos ante un caso de información asimétrica.
Esta información asimétrica no pasa desapercibida para un nanoeconomista que realiza los siguientes cálculos: Un mileurista, que como su propio nombre indica se lleva mil euritos al mes, en realidad tiene un salario bruto de mil doscientos euros (antes de que se le haya descontado - más o menos - un seis y medio por ciento en concepto de seguridad social a su cargo, desempleo y formación profesional) más un diez por ciento, a cuenta del IRPF; tampoco es que cobre mil doscientos euros sino que cobra ese importe por catorce pagas, lo que hacen un total de dieciséis mil ochocientos euros. Cuando le llega el certificado de rendimientos del trabajo, para hacer la declaración de la renta, como por arte de magia el mileurista descubre con asombro que su salario es mucho mayor de lo que él pensaba. También el empresario merece la atención del nanoeconomista y necesita que le ajusten las cuentas: a los dieciséis mil euros que le paga a su trabajador le tiene que añadir algo más de un treinta por ciento en concepto de seguridad social a cargo de la empresa (desempleo, Fogasa, formación profesional, accidentes de trabajo, etc.) en total unos cinco mil euritos más, lo que nos lleva a un coste final de veintiún mil ochocientos euros al año, o lo que es lo mismo, más de mil ochocientos euros al mes (un ochenta por ciento más de lo que su trabajador tiene la percepción de que recibe como salario).
El que se paga - entre unas cosas y otras - mil ochocientos euros todos los meses exige cierta tensión en el puesto de trabajo y el que, después de haber estudiado una licenciatura en muchos casos, cobra mil euros al mes no puede evitar la sensación de que están abusando de él.
La culpa... ¿cómo no? de los gobierno(s) que ponen todo su empeño en que ni unos ni otros sean conscientes - y que puedan pedirle cuentas - de que al final todos trabajamos para el Estado casi la mitad de nuestras vidas.
3 comentarios:
No sólo trabajamos para el Estado, también trabajamos para los demás, ya que lo queramos o no, trabajamos en sociedad y cuando proceda tendremos hijos, en los que gastaremos la intemerata, para entregarlos a un empresario, para que trabaje para el Estado, para el empresario y para sus propios hijos, si se los puede permitir.
Alicye,
Muy bueno el enlace "trabajamos en sociedad" y, aunque no lo comparto, me ha parecido muy simpático.
Tampoco puedo compartir expresiones del tipo "entregarlos al un empresario" pero entiendo que sea tu punto de vista.
Gracias por participar tan activamente.
j.a.
Es sólo OTRO punto de vista.
No sólo la economía sirve para estudiar al ser humano.
¡Salud!
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